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SANTOS Y SANTAS DE DIOS

 

Los santos y santas constituyen una realidad en la Iglesia, y también en el mundo. Los promueve Dios para que, como antorchas en la oscuridad, brillen entre sus iguales y les indiquen el camino hacia la eternidad.

 

En el número 828 del Catecismo de la Iglesia Católica leemos lo siguiente: “Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que estos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores”.

 

Desde los primeros siglos, en la Iglesia se comenzó a venerar a los mártires, que habían dado su vida por Dios, con ese doble aspecto:ejemplos a seguir, e intercesores en el cielo. Más tarde, se reconoció la santidad en otros fieles que la habían demostrado de modo distinto al martirio; o sea, con una vida santa.

 

Lo cierto es que necesitamos las dos cosas. Ejemplos, que a ser posible sean de todos los pueblos y culturas, de toda clase y condición, de todas las épocas. También resulta muy conveniente tener intercesores. Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre.

Vida de Algunos Santos:

(Patronos de la Congregación de Misioneros Josefinos)

Santa Teresa de Ávila

Santa Teresa de Jesús o  Teresa de Ávila (su nombre de pila es Teresa de Cepeda y Ahumada) nació en Ávila el 28 de marzo de 1515 y falleció en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Fue una religiosa, fundadora de las Carmelitas Descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (o carmelitas), mística y escritora española. Canonizada a poco menos de cuarenta años de su muerte, fue proclamada Doctora de la Iglesia en 1970 por el Beato Pablo VI. Junto con san Juan de la Cruz, se considera a santa Teresa de Jesús la cumbre de la mística experimental cristiana, y una de las grandes maestras de la vida espiritual en la historia de la Iglesia.

San Vicente de Paúl

San Vicente de Paúl nació en Pouy (actualmente llamado Saint-Vincent-de-Paul), Landas el 24 de abril de 1581 y falleció en París, 27 de septiembre de 1660) fue un sacerdote francés. Es una de las figuras más representativas del catolicismo en la Francia del siglo XVII. Fue fundador de la Congregación de la Misión, también llamada de Misioneros Paúles, Lazaristas o Vicentinos (1625) y, junto a Luisa de Marillac, de las Hijas de la Caridad (1633).

Fue nombrado Limosnero Real por Luis XIII, función en la cual abogó por mejoras en las condiciones de los campesinos y aldeanos. Realizó una labor caritativa notable, sobre todo durante la guerra de la Fronda, una de cuyas consecuencias fue el incremento de menesterosos en su país.

Santa Rita de Casia

Rita nació en la aldea de Roccaporena en 1381 y falleció el 22 de mayo de 1457. A pesar de que quería ser monja, cuando tenía 14 años de edad sus padres la casaron con un hombre del pueblo llamado Paolo Mancini. Su esposo le causó muchos sufrimientos, pero ella se consolaba en la oración y le devolvió su crueldad con bondad, logrando su conversión a Cristo con el paso de los años.

Tuvieron dos hijos mellizos. Una vez viuda, Rita pidió la admisión al convento agustiniano, pero no fue aceptada. Un año más tarde (1417) también murieron sus dos hijos púberes. Ya sin obligaciones familiares, Rita fue aceptada en el convento, recibió los hábitos de monja, y más tarde realizó su profesión de fe. Tenía 36 años. En el convento, Rita se entregó a una vida de oración y penitencia. Recibió un estigma santo en la frente.

San Pablo, Apóstol

Pablo de Tarso, originalmente Saulo de Tarso o Saulo Pablo, también llamado san Pablo, nacido entre los años 5 y 10 d. C., en Tarso de Cilicia (actualTurquía centro-meridional) y muerto martirizado bajo el gobierno de Nerón entre los años 58 y 67 en Roma, es conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, y constituye una de las personalidades señeras del cristianismo primitivo.

De sus epístolas auténticas surge que Pablo de Tarso reunió en su personalidad sus raíces judías, la gran influencia que sobre él tuvo la cultura helénica y su reconocida interacción con el Imperio Romano cuya ciudadanía ejerció. Se convirtio al Cristianismo durante una larga persecusión. Desde ese momento se dedicó completamente al Anuncio del Evangelio. 

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